martes, 5 de julio de 2016

juegos típicos de guayaquil

Los juegos tradicionales guayaquileños son divertidos y populares. Entre los mas conocidos están los ensacados, el palo encebado y el huevo en la cuchara.

Los ensacados es un juego en el cual el participante debe meterse en un saco y saltar. Quien llega primero a la meta es el ganador por supuesto. En este juego es normal que los participantes se tropiecen, se caigan y la gente que mira la competencia disfruta entre risas. 
El palo encebado es un juego que surgió en Napoles, Italia cuando celebraban su fiestas patronales allá por los años 30. Pero en nuestro país y mas precisamente en Guayaquil, se juega al palo encebado también tanto así que se ha vuelto un tradición. El juego consiste en subir hasta la punta del palo, no es nada fácil ya que el palo esta completamente alisado con aceite o algún liquido resbaloso. El palo mide entre 3 y 5 metros de altura. En la cima del palo hay premios colgados, los cuales deben cogerlos o intentarlo.

El huevo en la cuchara es un juego completamente guayaco surgió en los años 60, cuando se celebraban las fiestas en los pueblos aledaños de Guayaquil. Se trata de colocar un huevo en una cuchara y ella ponértela en la boca. Con las manos atrás caminar o correr pero quien llega primero a la meta es el ganador. 

El palo ensebado 
En el Ecuador, todos conocemos ese divertido juego que se denomina el “palo ensebado”, propio de las ferias pueblerinas: se planta un palo grueso, tan largo como es posible, al que previamente se le ha untado grasa de animal para volverlo resbaloso, y se lo corona con una gran canasta de dulces, dinero y otros premios, destinados al afortunado trepador que llega hasta ese objetivo, lo que solo alguno lo alcanza, y no siempre, después de resbalar incontables veces para deleite de los espectadores. Son pocos los valientes que se exponen al ridículo y a las risotadas de la gente, a cambio de alcanzar la gloria, es decir la canasta. Los políticos de siempre y los demagogos consuetudinarios, apoyados por los grandes medios y los periodistas de opinión más sesudos, jugaron primero a buscar un Capriles local, émulo del fracasado venezolano, y al no conseguirlo decidieron arriesgar sus fuerzas y su nombre en el palo plantado en mitad de la plaza por el Consejo Nacional Electoral. Allí vino la grande: primero la puja por inscribirse en la lista del juego, luego tremendos esfuerzos, ya trepados en el palo. El niño Guillermo, que llegó al espectáculo en  deslumbrante Mercedes Benz costeado por la banca privada, alcanzó apenas a mitad del palo y resbaló, todo él ensebado, hasta tierra. El niño Lucio, que arribó en helicóptero, resbaló divinamente y se dio espectacular suelazo sin llegar ni a la cuarta parte del palo. Albertito fue menos afortunado y de nada le sirvieron sus aptitudes acrobáticas. Alvarito fue el hazmerreír de la partida y nada pudieron los empujones de su digna esposa para que continuara trepando: rodó estruendosamente como un barril de puré de banano. El papito de “Dalo” llegó en enorme camello, pero no alcanzó ni 10 de los 20 metros del palo, mientras el niño Norman solo alcanzó a dar pininos a dos metros del suelo. En fin, la gente rió de lo lindo mientras los apuestos gladiadores se retiraban de este circo electoral perseguidos por la plebe irrespetuosa y antipelucona. Hablando en serio, lo que pasó es que, como lo veremos en febrero, ellos confundieron la fiesta de la democracia con un palo ensebado y salieron a exhibir sus trajes de luces y sus malabares, unos con cinismo y otros con audacia, sin entender, de una vez por todas, que la historia del país camina del lado de “los que nunca fueron, pero que siempre han sido”, como advierte un poeta. Es decir, camina con los pobres. Cierto que este es un camino pedregoso y con bastantes baches, incluso fangoso a ratos, pero es el camino que el pueblo viene buscando desde 1830. Es el camino de la segunda y definitiva independencia.
Ensacados
Competir y jugar a las carreras es uno de los más sencillos y populares entretenimientos entre los niños. A este popular juego se le han añadido diferentes variantes, siendo una de las más conocidas las carreras de sacos.
Las carreras de sacos tienen su origen en el siglo XVII, cuando su fama se debía a los materiales tan sencillos que se necesitan para jugar. Además, es una buena forma de ayudar a los niños a mejorar su destreza y su agilidad.

Cómo jugar a las carreras de sacos con los niños

1. Todos los niños deben coger una bolsa o saco grande y meterse dentro. Hay que dibujar una línea de salida, donde se situarán todos los participantes en la carrera.
2. Al dar la orden de salida los niños deben comenzar a saltar y avanzar con el saco, agarrándolo con la mano para que se mantenga siempre por encima de las rodillas. 
3. Gana quien llegue primero a la línea de meta, sin que se le haya caído el saco y vaya saltando con las dos piernas.
En este juego es muy importante la seguridad, ya que las caídas son frecuentes, por eso conviene evitar las superficies duras o con desniveles.
Edad recomendada
A partir de  7 años
¿Dónde se juega?
En parques, playas, sobre hierba o pistas deportivas
Número de jugadores
Más de 2
Materiales necesarios
Bolsas o sacos grandes y resistentes, que lleguen hasta la cadera de los niños

El huevo en la cuchara
EDAD: A partir de cuatro años
OBJETIVOS
  • Potenciar el equilibrio.
  • Desarrollar la competitividad (moderadamente).
  • Favorecer el control postural.
MATERIALES
Una cuchara por participante, un huevo por participante, un espacio amplio donde los participantes puedan caminar sin obstáculos y sin molestarse unos a otros en el desarrollo de la actividad.
DESCRIPCIÓN
El juego consiste en que los participantes estarán situados unos al lado de otro (cada uno tendrá una cuchara en la boca que sostiene un huevo encima), cada uno tendrá delante una línea pintada en el suelo que será la que tendrán que seguir andando manteniendo el equilibrio para que no se les caiga el huevo de la cuchara, si el huevo se cayese se recogería y volvería al principio de la línea para volver a empezar (el huevo será falso para que en el caso de que se cayese lo puedan volver a coger).      

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